La resolución de una imagen no es un concepto único, sino que depende del medio en que la imagen vaya a ser tratada o visualizada (resolución de impresión, de trama, de escaneado…).
El concepto más conocido es la resolución del archivo digital, la densidad de píxeles en la imagen definida por el número de píxeles distintos que tiene la imagen por unidad de longitud. Su unidad de medida son los PPI/PPP (pixels per inch/píxeles por pulgada). Cuanto mayor sea esta resolución, más contenedores de información (píxeles) tiene el fichero digital, más calidad tendrá la imagen y más peso en MB tendrá el fichero.
Para clasificar las imágenes se suelen dividir en alta y baja resolución. Las imágenes en alta resolución (high-res) están previstas para impresión, teniendo generalmente 300ppi. En cambio, las imágenes en baja resolución (low-res) suelen utilizarse para mostrar solamente en pantalla (web, redes sociales…) y tienen generalmente una resolución de 72dpi.
A mayor resolución, más píxeles hay en una imagen, más grande es su mapa de bits y mayor información contiene, por lo que se distinguen los detalles con mayor nitidez.
Está claro que las imágenes de mapas de bits dependen de la resolución a la que han sido creadas, por lo que al modificar su tamaño pierden calidad visual. Si lo disminuimos, los trazos perderán definición, mientras que si lo aumentamos se pixelizará, al tener que crear píxeles que inicialmente no existían, produciéndose el efecto de dientes de sierra.
En resumen, para mantener la calidad de reproducción al variar el tamaño de una imagen, tendremos que variar también su resolución. Si queremos que mantenga el nivel de calidad, tendrá que mantener la cantidad de información que posee la imagen (número de bits que ocupa) cuando modifiquemos sus dimensiones.