A veces, cuando abrimos un negocio, nos centramos en todos los aspectos menos en la imagen gráfica. Aunque restemos importancia a esta parte, es la que nos representa, es nuestro escaparate a la gente, nuestra cara visible.
1. DISEÑO PROFESIONAL. Suele pasar que nosotros mismos realizamos el logo de la empresa, o se lo pedimos a algún conocido no profesional para no perder el tiempo y no tener que contratar a un diseñador profesional (lo cual no es nada caro además). Por muy orgulloso que estés de haberlo hecho tú mismo, necesitas una opinión imparcial de alguien con la formación necesaria. Si necesitaras un profesional de otra rama, como médicos o fontaneros, ¿actuarías de la misma manera? Diseñar puede parecernos desde fuera menos complejo de lo que en realidad es. Como para cualquier profesión, necesitas una formación, un criterio y unos conocimientos específicos. Obviamente no lo comparo esa complejidad con la de una operación a corazón abierto, pero vosotros me entendéis. Dadle la vuelta y pensad en la misma situación en vuestro trabajo.
2. SIMPLICIDAD. El añadirle demasiados elementos a un logotipo lo único que va a conseguir es confundir a tu público potencial. Los logos que mejor funcionan son sencillos y legibles. De esta manera a golpe de vista serán más fáciles de recordar e identificar con tu marca. Menos es más.
3. USABILIDAD. El logotipo tiene que estar sí o sí en formato vectorial. No me vale el Photoshop, ni el Autocad ni, por Dios, ¡el Word! Tiene que ser fácilmente escalable sin perder sentido ni legibilidad. Tienes que poder usarlo en positivo o negativo y con diferentes fondos, pues lo necesitarás para web, flyers, inserciones en prensa, carteles,… etc. Necesitaremos el logo en diferentes formatos para los posibles usos que le demos, pero siempre partiremos de un archivo .png que es el principal.
4. COLOR Y TIPOGRAFÍA. No se recomienda usar más de dos colores en un logotipo. Con excepciones, según tipo de negocio o público. En general crea una sensación de desorden y, como cada color transmite unas emociones distintas, corremos el riesgo de contradecirnos si no escogemos bien qué tonalidades y combinaciones usamos. Todo depende de los colores corporativos, si los hay o, si empezamos de cero, qué imagen de empresa queremos transmitir y en qué sector nos movemos. Con la tipografía pasa lo mismo. Tiene que ser legible a diferentes tamaños, no resultar chocante. Dentro de una familia de fuentes podemos encontrar trazos que revelen tanto estabilidad y neutralidad, como fantasía y diversión. Se pueden combinar hasta dos tipografías que, si contrastan, mucho mejor. Pero si se escoge una más llamativa y una más neutra, recordad que la primera es más adorno, no abuséis de ella en cartelería porque dará una imagen de desorden y seguramente no se leerá bien.
5. ATEMPORAL Y ÚNICO. El logotipo que escojamos tiene que sobresalir entre nuestra competencia directa, diferenciarse. Tiene que gustar y gustarnos. No queremos logos típicos ni clichés como una melena al viento para una peluquería o cubiertos para restaurantes. Nuestro logotipo no va a ser eterno, las tendencias cambian y es bueno renovarse, pero debería tener una esperanza de vida larga y ofrecer una imagen atemporal. Vemos continuamente como las grandes marcas hacen pequeños cambios en sus logos para seguir frescos, pero mantienen la esencia de los mismos. Las tendencias son buenas, pero la innovación es mejor.
En resumen, si queremos tener una imagen eficaz, debemos apoyarnos en un logotipo profesional, fuerte y equilibrado, fácil de recordar e identificar con nuestro negocio y que nos haga destacar en nuestro sector. Pregúntate, ¿qué quieres que diga tu logo sobre ti?